Actividad y socialización
La crisis de
COVID-19 ha traído desafíos sin precedentes en la primera infancia, pues han
tenido que adaptarse
no solo a continuos cambios en sus rutinas si no que han
convivido con personas adultas, familia y educadores, estresados por la
incertidumbre, el trabajo, la dinámica familiar, la conciliación y su tiempo
libre.
La cantidad de tiempo dedicado a las actividades de aprendizaje cada
semana disminuyó. Según el análisis, el 80 por ciento de los padres de niños en
edad preescolar leían a sus hijos durante la pandemia, el 62 por ciento cantaba
canciones con ellos y el 61 por ciento trabajaba con ellos en números y letras
al menos tres veces por semana (Weiland, C., 2021).
Los padres deben
ser capaces de generar juegos con sus hijos, porque es la mejor manera de
enseñar a los niños pequeños habilidades cognitivas de orden superior (incluido
el control de la atención y emocional), es a través de interacciones entre padres
e hijos, juego social y no estructurado que se
promueve la función ejecutiva (es decir, el proceso de aprendizaje, en
lugar del contenido), lo que nos permite perseguir metas e ignorar las
distracciones, promover las habilidades socioemocionales, del lenguaje y de
autorregulación que desarrollan la función ejecutiva y un cerebro prosocial (Yogman, M., et al, 2018). Según Khusnidakhon
K. (2021) no es fácil para los padres generar actividades lúdicas creativas
como estrategia para desarrollar los aspectos cognitivos, pero todo parte por
ser capaces de invitar a los niños a jugar, hablar y discutir, introduciendo
una variedad de libros, y el diálogo. Pero sin forzar, respetar si no nos
prestan atención.
Reconfigurar el juego, crear espacios seguros
En este proceso de reinventarnos han surgido soluciones desde las tecnologías. La investigación internacional ha comenzado a considerar el potencial del chat de video para apoyar la interacción familiar entre adultos, niños y bebés, facilitando por un lado las relaciones por situaciones de confinamiento o lejanía geográfica y por otro, porque contribuyen en estas situaciones al refuerzo el desarrollo cognitivo y socioemocional de los niños. En comparación con una llamada telefónica, el chat de video puede ser particularmente bueno para construir la cercanía familiar a través de la conversación y propuestas lúdicas, pues abundan los gestos y miradas compartidas, permite que los niños se comuniquen físicamente mostrando objetos o juguetes, se les puede leer un libro, desarrollar propuestas para el juego. Así lo demuestran las investigaciones de videochat entre niños de 0 a 3 y sus padres encarcelados (Skora & Poehlmann-Tynan, 2020), o entre nietos con abuelos (Strouse et al. 2021).
El tiempo de ocio frente a la pantalla de un cerebro en desarrollo
Según describe el
informe the common sense census: media use by kids age zero to eight (2017),
previa a la pandemia, en promedio, los niños de 0 hasta los 23 meses pasan 42
minutos con pantallas por día, y los niños de 2 a 4 años dedican 2 horas y 39 minutos
al día. La mayor parte de este tiempo frente a la pantalla (72%) viendo vídeos.
Sin embargo, es probable que la exposición real sea mucho mayor, debido a que
los medios forman parte de la dinámica de toda la familia, por ejemplo, el 42%
de los padres informan que la televisión está “siempre” encendida o "la
mayor parte del tiempo" en casa, que el 24% de los niños menores de 2 años
a menudo o en ocasiones utilizan medios de pantalla en la hora antes de
acostarse. Esta tasa es el doble (49%) para 2-a 4 años.
La investigación de Cartanyà-Hueso (2021) sostiene que durante
el confinamiento de COVID-19 tres de cada cuatro niños de 12 a 47 meses
estuvieron expuestos más tiempo a teléfonos inteligentes y tabletas durante las
comidas y antes de acostarse. La
disponibilidad de dispositivos móviles de pantalla táctil en las casas durante
el COVID ha hecho necesario realizar investigaciones centradas en el contexto
del uso de estos medios de acuerdo a las culturas, sus prácticas y
percepciones (Dardanou et al, 2020),
actitudes, creencias, modelos a seguir, estilo de crianza (Konok, V., et al., 2020)
y preguntarnos sobre sus resultados sociocognitivos (Yogman, M., et al., 2018).
Según las
recomendaciones de los profesionales de la American Academy of Pediatrics (Council
on Communications and Media, 2016), los niños de menos de menores de 2 años
solo pueden exponerse a videollamadas cortas, y un uso excesivo se ha asociado
con una serie de resultados de salud indeseables, como la reducción del sueño,
el aumento de la obesidad, mala adaptación social y los retrasos
socioemocionales y del lenguaje. Sin embargo, los datos indican que más de un
tercio de los niños entre 1 y 2 años ya ha comenzado el uso de dispositivos
móviles (Konok, V., et al., 2020). Dada la plasticidad neuronal significativa a esta
edad, los efectos de su uso en el desarrollo del cerebro no se comprenden
completamente en este momento. Se ha relacionado a la falta de atención a corto
plazo, a preferencias por las recompensas inmediatas, sin embargo, las investigaciones ofrecen
resultados mixtos o contradictorios (Hawkey, E., may, 2019).
Los estilos de
crianza digital pueden influir no solo en el tiempo que los niños pasan con los
dispositivos móviles de pantalla táctil, sino también en la forma en que lo
usan (Konok, V., et al. , 2020), los padres juegan un papel importante en la
creación de un ambiente hogareño y promueven ciertos comportamientos y roles que
definen hábitos y el estilo de vida del niño, como con respecto a la cantidad
de actividad física o el comportamiento sedentario, incluso como resultado del
tiempo frente a la pantalla.
No todo el tiempo
frente a la pantalla es igual. Cuando se trata de aprender, hay una gran
diferencia entre asistir a una clase en Zoom, ver un segmento en Barrio Sésamo
y jugar videojuegos que brindan un valor educativo limitado, juegan con aplicaciones
de dibujo, observan animales o plantas y hacen grabaciones con una cámara o
funciones de edición en tabletas, que se utilizan como recursos didácticos,
incluida la enseñanza de programación simple en algunos preescolares (Dardanou et al,
2020)
Finalmente,
existen importantes avances en el campo de la inteligencia artificial, por
ejemplo, la investigación de xxx sobre los agentes conversacionales que leen
una historia pueden simular un compañero de lectura eficaz haciendo preguntas a
los niños y proporcionando retroalimentación, incrementando la riqueza
lingüística
Retos y propuestas
Esta serie de
contratiempos mucho más allá de las primeras semanas y meses de la crisis han
tenido y tendrán un impacto en los bebes y niños pequeños, tal vez con efectos
duraderos, en el desarrollo de habilidades sociales, de salud física, de la
inteligencia emocional (Weiland,
C., 2021; Zuhro, D.2021). Pero también en los responsables de su crianza, como
por ejemplo, repensar las actividades al aire libre como espacio para la
actividad física, pero libres de riesgos (Kemp, J & Josephidou, 2021). La
privación del juego social que mejora la interacción social, la cooperación, la
cooperación, la comprensión y la aceptación de las diferencias individuales.
Existe relación
entre los esfuerzos para reducir la transmisión de COVID-19 y la obesidad de
los niños en función según la edad, la raza y el origen étnico, el seguro
médico y los ingresos (Jenssen, B. et al., 2021). Ello se debe a la falta
de actividades físicas al aire libre, mayor tiempo frente a las pantallas, las dificultades de
gestionar la educación en casa, el mayor acceso a refrigerios y el consumo de alimentos
más procesados y ricos en calorías. El cambio en las rutinas por la conciliación
familiar presenta el desafío para las familias y educadores es cómo
estructurar las cantidades limitadas de tiempo de pantalla que tienen con los
bebes para maximizar el desarrollo.
Sobre el uso de
las tecnologías en estas edades las investigaciones sostienen que, en lugar de
centrarse en cuánto tiempo pasa un niño en los medios digitales, los padres
deberían considerar el contenido de esos medios y el contexto en el que los
utilizan. (Council on Communications and Media, 2016) y que lo más importante sobre
la inmersión en medios electrónicos es que le resta tiempo al juego “real” al
niño, ya sea en exteriores o en interiores, individual o compartido. Por otro
lado, el análisis de Kalnina & Kalnins (2020) suguiere que los niños
menores de dos años no deben usar teléfonos inteligentes y tabletas y los niños
de 2 a 3 años no se les debería negar las tecnologías, aunque debe haber
conciencia de que el uso del teléfono inteligente o la tableta, junto con los
beneficios positivos, también crea riesgos. Dardanou, et al.(2020) expresaron la
necesidad de los padres de una mayor orientación sobre el uso de la tecnología
y una mejor comunicación con los centros de atención y educación temprana sobre
este tema.
Por otro lado, las
tecnologías han servido para poner en durante el confinamiento prácticas
virtuales sostenibles de servicios a familias sobre atención a la infancia,
destaca el análisis de da Rosa Piccolo et al. (2020) de dos modelos
creados para apoyar a padres e hijos en el desarrollo de la primera infancia a
nivel mundial a través del juego.
Limitaciones
Durante este
periodo la mayoría de las investigaciones han sido realizadas desde el ámbito
pediátrico, en hospitales y clínicas.
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