Comentario de la Tesis de Màster de Arquitectura Designing for a Playful Future: A review of how humorous play within the urban realm can make adult play a part of everyday life, de Christina Guerrero (Universidad de Oulu, 2019), dirigida por Aulikki Herneoja. Es un trabajo que recoge teoría, casos y pautas de diseño para integrar el juego adulto —con el humor como hilo conductor— en la vida urbana cotidiana.
https://oulurepo.oulu.fi/handle/10024/14655
Por qué hablar de juego adulto (y de humor) en pedagogía social
La tesis recuerda algo sencillo y potente: en personas adultas, el juego es menos una actividad definida y más una actitud que abre pensamiento lateral, relación y cuidado. Ese “pensar de lado”, que Edward de Bono popularizó, permite explorar soluciones no lineales y se favorece jugando. En contextos educativos y comunitarios, esto conecta con metodologías activas: más autonomía, más agencia y una cultura de participación menos paternalista.Además, Guerrero sitúa el humor como un catalizador de vínculos y expresividad pública, útil para romper la rigidez de los espacios y habilitar encuentros entre desconocidas. No se trata de “hacer chistes” en la ciudad; se trata de diseñar situaciones que permitan la risa compartida, la sorpresa y la cooperación como formas serias de bienestar cotidiano.
Dos lentes ecológicas para mirar la ciudad
Para quienes trabajamos en pedagogía social, dos aportes conceptuales ayudan a traducir ideas a práctica:
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Afordancias: lo que un entorno “ofrece” a los cuerpos que lo habitan. Una repisa puede ser asiento, mesa o refugio simbólico según quién la mire. Diseñar con afordancias es pensar espacios que, además de su función principal, abran opciones de juego y cuidado para distintas corporalidades.
Activación óptima: cada persona funciona mejor con cierto nivel de estímulo; demasiado poco aburre, demasiado satura. La ciudad lúdica cuida la dosis: introduce variación, pequeñas sorpresas y ritmos elegibles, sin convertir lo cotidiano en un parque temático.
De “playable city” a cultura lúdica
Un punto clave del trabajo es el desplazamiento de la “ciudad jugable” (dispositivos, eventos) hacia la cultura lúdica (hábitos, normas y expectativas compartidas). La tesis propone pasar de experiencias puntuales a un ecosistema estable de prácticas: espacios sociales, verdes, seguros y activos que apoyen salud mental y vida comunitaria; y que lo hagan cada día, no solo en festivales.
Para pedagogía social esto se traduce en continuidad: proyectos que no se agotan en la intervención efímera, sino que se anclan en alianzas barriales, cuidados y evaluación colectiva.
Casos que inspiran
Me detengo en dos, útiles para docencia universitaria, ApS y trabajo con juventud:
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21 Swings (Montreal): columpios musicales que solo generan melodías complejas si quienes participan cooperan. El mensaje es transparente: juntas se produce algo que por separado no emerge. Perfecto para actividades de co-diseño, acuerdos y escucha.
La Musidora (Denver Art Museum): módulos de mecedoras enfrentadas que suenan cuando dos personas sincronizan el balanceo. Conversar cara a cara, ajustar el ritmo, construir un “nosotras” a través del movimiento. Un recordatorio físico de lo relacional.
Salud mental y derecho al descanso
El texto es claro al vincular ciudad y bienestar psicológico: integrar espacios sociales, verdes, seguros y activos en la trama diaria reduce estrés y soledad, y facilita hábitos saludables (caminar, elegir rutas, moverse sin prisa ni miedo). No todo es “hacer más cosas”: también es permitir pausas, contemplación y juego tranquilo.
¿Qué nos llevamos a nuestra práctica?
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Diseñar para el consentimiento y la elección: rutas alternativas, diferentes intensidades de participación y salidas claras. En educación comunitaria, eso es ética del cuidado.
Leer afordancias con el grupo: antes de “traer objetos”, explorar juntas qué ya invita a jugar o conversar en un aula, un vestíbulo, una plaza. Pequeñas modificaciones pueden abrir grandes posibilidades.
Sostener lo lúdico en el tiempo: pasar de “evento” a “rutina”: fracciones de clase con dinámicas breves, mobiliario móvil y reutilizable, dispositivos sencillos (sonido, luz, color) que den feedback y reconozcan logros colectivos.
Aprender del archivo de casos: la tesis compila treinta intervenciones y extrae patrones; es un banco de ideas para adaptar localmente, con perspectiva crítica y situada.
He encontardo en esta tesis un repertorio de tácticas transferibles a proyectos de educación formal, no formal e informal. Es especialmente valiosa para quienes trabajan en animación sociocultural, aprendizaje servicio, procesos de co-creación o laboratorios ciudadanos que buscan hacer las ciudades más jugables sin caer en el tecnosolucionismo. Como cierre, me quedo con una idea: el juego adulto en la ciudad no es un lujo; es una forma de cuidar vínculos, de pensar de manera lateral y de abrir espacios de participación con humor y respeto. Diseñarlo —con afordancias, activación adecuada y cooperación— es tarea compartida entre urbanismo, educación y comunidad. Y ahí la pedagogía social tiene mucho que decir… y que jugar.
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