¿Cómo se aprende a transformar? Esa es la pregunta que recorre el artículo de Singer-Brodowski, donde se plantea que el aprendizaje transformador puede ser una vía para impulsar transiciones hacia la sostenibilidad más allá de los espacios formales de la educación. El texto explora cómo los cambios no se limitan a la adquisición de conocimientos, sino que se producen en cuatro niveles distintos: las personas, las organizaciones, las redes multiprofesionales y la cooperación entre investigación y acción.
Uno de los aportes más interesantes es la insistencia en que el aprendizaje transformador ocurre en diálogo y no en soledad. Para ello es clave generar espacios discursivos abiertos, donde sea posible debatir desde la igualdad de voces, sin coacción y con la voluntad de escuchar incluso aquello que incomoda. No se trata solo de compartir argumentos, sino de reconocer que las emociones también forman parte de estos procesos. El artículo dedica un lugar central a lo que denomina edge emotions —miedo, ansiedad, rabia— como señales que pueden abrir la puerta a nuevas perspectivas y cambios de mirada.
Este planteamiento invita a imaginar espacios de aprendizaje que sean lo suficientemente seguros para que la discrepancia, la tensión y el conflicto no se silencien, sino que se conviertan en materia educativa. La propuesta es incorporar metodologías expresivas —como el teatro o el juego de roles— que permitan trabajar con la dimensión emocional de los procesos de cambio. Así, el aprendizaje transformador no se limita a la reflexión racional, sino que reconoce la experiencia vivida y el cuerpo como protagonistas.
El artículo también subraya la importancia de las organizaciones y de las redes de actores diversos. Los cambios hacia la sostenibilidad requieren que distintos sectores dialoguen: energía, movilidad, alimentación, educación… Esta diversidad genera fricciones, pero son precisamente esas “irritaciones productivas” las que abren la posibilidad de pensar juntos nuevas soluciones. En este sentido, la propuesta de crear espacios de experimentación en contextos reales resulta fundamental. Estos “laboratorios del mundo real” permiten probar alternativas, reflexionar sobre ellas y ajustar prácticas de manera colectiva.
Por último, se destaca el papel de la investigación. No se trata de producir conocimiento desde fuera, sino de participar en procesos transdisciplinarios que reconozcan saberes diversos, incluidos los situados y los no académicos. El propio rol de quienes investigan debe ponerse en cuestión, incorporando prácticas reflexivas y abriendo la puerta a formas de colaboración más horizontales.
En definitiva, el artículo plantea que el aprendizaje transformador no es un resultado puntual, sino un proceso que atraviesa personas, grupos, instituciones y comunidades enteras. Es un recordatorio de que para transitar hacia futuros más sostenibles necesitamos espacios compartidos donde pensar, sentir y experimentar nuevas formas de estar y hacer juntos.
Referencia APA
Singer-Brodowski, M. (2023). The potential of transformative learning for sustainability transitions: Moving beyond formal learning environments. Environment, Development and Sustainability, 27, 20621–20639. https://doi.org/10.1007/s10668-022-02444-x
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