Los Sami son el pueblo indígena que habita la región de Sápmi, un territorio que se extiende por el norte de Noruega, Suecia, Finlandia y parte de Rusia. Tradicionalmente han vivido del pastoreo de renos, la pesca, la caza y la artesanía, y han transmitido sus conocimientos a través de la oralidad, el canto joik y prácticas comunitarias vinculadas al entorno ártico. Hoy suman alrededor de 80.000 a 100.000 personas y mantienen una fuerte lucha por preservar su lengua, su cultura y sus derechos territoriales frente a procesos históricos de norueguización y a presiones económicas como la minería o los proyectos energéticos.
El Parlamento Sami de Noruega (Sámediggi), creado en 1989 con sede en Karasjok, es la institución representativa elegida democráticamente por el pueblo Sami. Su función principal es promover los intereses políticos, culturales y sociales de la población Sami, además de asesorar al gobierno noruego en cuestiones que afectan directamente a este pueblo. Aunque no tiene poder legislativo pleno, sí posee competencias consultivas y un importante papel en la defensa de los derechos indígenas, en la promoción de las lenguas Sami y en la gestión de políticas relacionadas con educación, cultura y desarrollo sostenible en Sápmi.
En la actualidad, el Parlamento Sami mantiene una relación compleja con el Estado noruego. Aunque existe un marco legal de reconocimiento, las tensiones son evidentes en torno a proyectos que afectan directamente a los territorios Sami, como la minería en Finnmark o los parques eólicos en Fosen. Estos casos han generado protestas y litigios, pues los Sami argumentan que tales desarrollos vulneran sus derechos culturales y económicos vinculados al pastoreo de renos y a la preservación de su entorno. Así, el Parlamento Sami se ha convertido en un actor clave para visibilizar que la sostenibilidad no puede reducirse a criterios técnicos o económicos, sino que debe incluir justicia cultural, respeto al territorio y salvaguarda de modos de vida ancestrales.
Aquí detallo cinco puntos que prevalecen en su perspectiva:
1. Relación holística con el entorno
El pueblo Sami concibe la tierra (máddji eatnan) no como propiedad, sino como un espacio de vida compartida con humanos, animales, ríos y montañas. Esta visión se articula con prácticas de respeto y reciprocidad:
Se agradece lo que se recibe (alimento, abrigo, protección).
Se regula el uso: solo se toma lo necesario, evitando acumulación y desperdicio.
Se mantiene un equilibrio intergeneracional: el entorno debe estar disponible para quienes vienen después.
Hoy, en Noruega, esta perspectiva se refleja en debates sobre uso del territorio en Sápmi (el área Sami del norte del país). Cada vez más, proyectos energéticos y de minería son evaluados no solo en términos económicos, sino también culturales y ambientales, aunque el conflicto sigue siendo fuerte.
2. El pastoreo de renos como modelo de sostenibilidad
El pastoreo seminómada de renos ha sido una de las prácticas más emblemáticas. Implica:
Movilidad estacional: desplazarse según los ciclos naturales.
Regulación comunitaria del territorio de pastoreo.
Cuidado del animal como fuente de alimento, vestido y cultura.
En la actualidad, aunque existen tensiones por la reducción de pastizales y la presión de infraestructuras (parques eólicos, minería, carreteras), el pastoreo sigue siendo símbolo de sostenibilidad cultural. Noruega lo reconoce como parte del patrimonio inmaterial y como un derecho Sami.
3. Oralidad, leyendas y pedagogía de la sostenibilidad
La transmisión del conocimiento sobre el entorno se da a través de cuentos, cantos joik y leyendas como la de Nieidagorži – Pikefossen. Estas narraciones cumplen una función educativa:
Explican los orígenes de un lugar o fenómeno.
Enseñan valores de respeto hacia lo que rodea.
Refuerzan el sentido de pertenencia y memoria colectiva.
En el contexto noruego actual, estas prácticas se han revitalizado en escuelas y universidades como parte de políticas de inclusión cultural, y también en eventos comunitarios donde se combinan con reflexiones sobre sostenibilidad.
4. Principio de birgejupmi: vivir bien en condiciones cambiantes
Este concepto Sami se refiere a la capacidad de sostener la vida en entornos difíciles y cambiantes, como el Ártico. Incluye:
Flexibilidad y adaptación.
Saber leer las señales del entorno.
Valorizar la autosuficiencia comunitaria.
Hoy, en un contexto de cambio climático, birgejupmi se considera un saber práctico y cultural que inspira tanto a comunidades Sami como a investigadores noruegos que trabajan en sostenibilidad ártica.
5. Espiritualidad y ética de la relación
En la cosmovisión Sami, los lugares tienen agencia: montañas, lagos y animales son tratados como sujetos de relación. Tradicionalmente, se hacían ofrendas o rituales a ciertos lugares (llamados sieidi) para mantener equilibrio con los espíritus.
Aunque las religiones dominantes han transformado estas prácticas, la idea de que el entorno tiene valor intrínseco sigue influyendo en la identidad Sami y en debates sobre sostenibilidad.
Como otros pueblos indígenas...
Lo que he aprendido es que la comunidad sami, cómo una cultura indígena en Europa, se enfrenta a tensiones similares a las de pueblos indígenas en América, Oceanía o Asia: extractivismo, pérdida de lengua, transformación del territorio.
La noción de sostenibilidad Sami no está aislada, sino que dialoga con experiencias indígenas que entienden el territorio como un ser vivo y que transmiten saberes a través del juego, la oralidad y la comunidad.
Ofrece una oportunidad de pensar cómo diferentes tradiciones pueden ampliar la mirada de la educación y la pedagogía sobre la sostenibilidad.
A continuación comparto un resumen de algunas leyendas y relatos de la tradición Sami más conocidos o mencionados como parte de su oralidad, que transmite conocimientos, valores y una relación profunda con el entorno. Estas leyendas suelen ser narradas en familia, en celebraciones o a través del joik (canto tradicional).
1. Nieidagorži – Pikefossen
Es una de las leyendas más antiguas, vinculada a la cascada del mismo nombre en Porsanger. Relata la historia de una joven (nieida) asociada al agua y a las fuerzas espirituales que habitan en la caída de la cascada. El relato advierte sobre el respeto a los lugares de poder y enseña que los ríos y las aguas son espacios vivos con los que se debe mantener una relación cuidadosa. Hoy, este mito sigue siendo contado en eventos culturales y se conecta con reflexiones sobre sostenibilidad.
2. Stállu, el ogro
El Stállu es una figura recurrente en la mitología Sami: un ser gigante, torpe y peligroso que representa la amenaza externa. Muchas historias cuentan cómo los niños o los cazadores logran engañar al Stállu con astucia, reforzando la idea de que el conocimiento, la cooperación y la inteligencia permiten sobrevivir en condiciones adversas. Es un recurso pedagógico para enseñar cautela, resiliencia y creatividad.
3. El cuervo y la creación
En algunas versiones de relatos Sami, el cuervo aparece como un ser creador o mensajero entre mundos. El cuervo trae luz, guía a los humanos o transforma paisajes, y con ello transmite la idea de que los animales no son inferiores, sino compañeros con agencia. Estos relatos refuerzan una visión relacional de la vida, muy coherente con la sostenibilidad.
4. Sieidi, los lugares sagrados
Más que una historia única, se trata de un conjunto de relatos asociados a sieidi —rocas, montañas o formaciones naturales consideradas sagradas. Cada comunidad tenía sus propias narraciones sobre cómo un sieidi ayudaba en la caza o en el viaje, siempre que se respetaran ciertas ofrendas o gestos de reciprocidad. Esto enseñaba a niñas y niños a tratar el entorno no como recurso explotable, sino como ser con quien se establece una relación ética.
5. Leyendas del sol y la luna
Algunos relatos Sami narran cómo el sol (Beaivi) y la luna (Mámmu) influyen en la vida de las personas, los animales y las estaciones. Estas historias marcan la importancia del calendario natural, la orientación en el territorio y la regulación de los ciclos de caza y pastoreo. Así, cumplen un papel educativo para entender y respetar los ritmos del entorno.