El desarrollo comunitario no puede entenderse como una doctrina única ni como el resultado de una corriente filosófica aislada. Es un campo interdisciplinario que se nutre de la filosofía social, la ética, la filosofía política y la pedagogía crítica. A lo largo del tiempo, distintas tradiciones han ofrecido marcos conceptuales para reflexionar sobre cómo las comunidades se organizan, se transforman y se sostienen frente a los procesos de modernización, globalización y digitalización.
El hilo que conecta estas perspectivas es la pregunta por el sentido de lo común: cómo se construye, cómo se mantiene y cómo se defiende frente a las dinámicas que fragmentan, despojan o colonizan los vínculos sociales y simbólicos.
1. Perspectiva clásica sobre comunidad y sociedad
Ferdinand Tönnies (1855-1936)
Aunque no fue propiamente un filósofo del desarrollo comunitario, su obra Gemeinschaft und Gesellschaft (Comunidad y sociedad) constituye una referencia esencial. Tönnies distingue entre Gemeinschaft, basada en vínculos afectivos, voluntad esencial (Wesenwille) y relaciones orgánicas y duraderas —como las del parentesco o el vecindario—, y Gesellschaft, sustentada en vínculos contractuales, voluntad racional (Kürwille) y relaciones instrumentales y transitorias.
En el contexto contemporáneo, el desarrollo comunitario puede interpretarse como un intento de rearticular lo comunitario dentro de sociedades altamente diferenciadas, donde la interdependencia económica y tecnológica tiende a erosionar los lazos solidarios. No se trata de un retorno nostálgico a la Gemeinschaft, sino de un esfuerzo por reconstruir formas de convivencia significativas dentro de estructuras sociales complejas y tecnificadas.
Émile Durkheim (1858-1917)
Durkheim abordó esta tensión desde el concepto de solidaridad social. Diferenció entre la solidaridad mecánica, propia de sociedades con escasa división del trabajo y fuerte conciencia colectiva, y la solidaridad orgánica, característica de las sociedades modernas, donde la cohesión emerge de la interdependencia funcional.
El desarrollo comunitario, leído desde Durkheim, puede verse como una estrategia para sostener la cohesión moral y simbólica en contextos donde la interdependencia ya no garantiza el sentido compartido. En esta lectura, el trabajo comunitario actúa como mediador entre la integración funcional (necesaria) y la integración moral (indispensable).
2. Comunitarismo filosófico
El comunitarismo surgió en el siglo XX como una crítica al individualismo del liberalismo moderno. Frente a la idea de que los individuos son portadores de derechos previos a la comunidad, los pensadores comunitaristas sostienen que la identidad, los valores y la agencia moral se configuran en el marco de una comunidad viva.
Michael Sandel, Alasdair MacIntyre y Charles Taylor
Estos autores coinciden en que las personas no se constituyen al margen de los lazos sociales, sino a través de ellos. MacIntyre propone entender la vida ética como una narración encarnada en tradiciones; Taylor subraya la importancia del reconocimiento mutuo como condición de libertad; y Sandel critica la visión del “yo desvinculado” del liberalismo rawlsiano.
En el ámbito del desarrollo comunitario, estas ideas inspiran una concepción relacional y situada del bienestar, donde el bien común no es la suma de intereses individuales, sino el resultado de prácticas compartidas, diálogo y corresponsabilidad. El comunitarismo filosófico aporta así una base ética para reconocer la comunidad como sujeto moral y político, no solo como objeto de acción.
3. Filosofía y psicología social comunitaria
Las tradiciones críticas de la educación y la psicología social ampliaron el horizonte del pensamiento filosófico, situando el desarrollo comunitario como proceso de emancipación y construcción colectiva de conocimiento.
Paulo Freire (1921-1997)
Su filosofía de la educación constituye uno de los pilares fundamentales de la acción comunitaria contemporánea. Freire sostiene que no hay desarrollo auténtico sin diálogo, conciencia crítica y participación activa. Su concepto de concientización describe el proceso mediante el cual las personas pasan de una percepción ingenua de la realidad a una comprensión crítica de las estructuras que las oprimen.
Desde esta perspectiva, el desarrollo comunitario no consiste en intervenir sobre una población, sino en acompañar procesos de autoafirmación y autonomía colectiva, donde el conocimiento emerge de la experiencia compartida. En Freire, el acto educativo es un acto político y ético, orientado a la humanización recíproca.
Lev Vygotsky (1896-1934)
Desde la psicología cultural-histórica, Vygotsky concibe el desarrollo humano como un proceso mediado por herramientas, lenguaje y cultura, donde la interacción social es el núcleo del aprendizaje. Su pensamiento permite entender las comunidades no solo como espacios de pertenencia, sino como ecosistemas de mediación simbólica, en los que la cooperación genera nuevas formas de pensamiento y acción.
El desarrollo comunitario puede interpretarse así como un proceso de construcción cultural compartida, donde las capacidades individuales y colectivas se amplían mediante la colaboración.
4. Desarrollo como expansión de libertades
Amartya Sen (1933-)
Su enfoque de las capacidades redefine el concepto de desarrollo como la expansión de las libertades reales de las personas para vivir la vida que valoran. Sen desplaza el foco del crecimiento económico hacia la posibilidad efectiva de elegir y actuar.
Esta concepción resuena con el trabajo comunitario, al poner el énfasis en el empoderamiento, la autonomía y la agencia colectiva. No hay desarrollo sin libertad sustantiva, y la libertad, para Sen, solo existe cuando las personas pueden transformar su contexto.
Aplicado a la práctica comunitaria, esto implica pasar de modelos asistenciales o paternalistas a enfoques basados en capacidades compartidas, donde la comunidad se convierte en sujeto de su propio destino y no en objeto de intervención.
5. Crítica decolonial a la colonización tecnológica
| Elaborado con Chatgpt |
El concepto de colonización tecnológica, también denominado colonialismo digital o colonialismo de datos, se inscribe en el pensamiento decolonial, que examina cómo las estructuras de dominación del colonialismo moderno se rearticulan en la era digital.
Yuk Hui propone el concepto de tecnodiversidad para cuestionar la idea de un único modelo de desarrollo tecnológico. Cada cultura, sostiene, expresa su relación con la técnica de forma distinta, y la homogeneización tecnológica promovida por la industria global amenaza esa diversidad.
Achille Mbembe advierte que la tecnología contemporánea puede convertirse en una nueva forma de colonialismo, concentrando el poder sobre los datos y la infraestructura digital. Plantea una ética de lo común que reivindica una tecnología orientada al bienestar colectivo.
Paola Ricaurte, desde América Latina, analiza el colonialismo de datos como prolongación de la colonialidad del poder descrita por Aníbal Quijano, mostrando cómo las epistemologías centradas en la cuantificación refuerzan jerarquías globales.
Walter Mignolo amplía este marco al señalar que la expansión tecnológica actual se inserta en el sistema-mundo moderno/colonial, perpetuando desigualdades epistémicas y simbólicas.
Deivison Faustino y Walter Lippold, en Colonialismo digital: por uma crítica hacker-fanoniana, articulan la crítica de Fanon con el activismo tecnológico, defendiendo la resistencia creativa y la reapropiación de la tecnología como forma de liberación.
Safiya Umoja Noble, con Algorithms of Oppression, demuestra cómo los algoritmos reproducen sesgos raciales y de género, revelando que la neutralidad tecnológica es una ilusión que encubre estructuras de poder históricas.
6. Conceptos fundamentales y desafíos contemporáneos
La crítica a la colonización tecnológica revela que las tecnologías digitales no solo transforman los modos de comunicación o aprendizaje, sino también las formas de poder, pertenencia y conocimiento. El desarrollo comunitario, entendido como un proceso de fortalecimiento de la agencia colectiva, la autonomía y la justicia social, enfrenta hoy nuevas condiciones estructurales que reconfiguran la acción colectiva y el sentido de comunidad.
Tecnocolonialismo y dependencia estructural
El tecnocolonialismo describe cómo las lógicas de dominación económica y cultural del colonialismo histórico se rearticulan en torno a las tecnologías digitales. Las corporaciones del Norte Global concentran la infraestructura y los datos que sustentan la vida digital, generando dependencias estructurales y un nuevo tipo de extractivismo: el extractivismo cognitivo, donde la información reemplaza a la materia prima.
El reto para el desarrollo comunitario es repolitizar la tecnología, promoviendo soberanía digital, capacidades locales y apropiaciones tecnológicas situadas.
Tecnofeudalismo y concentración del poder digital
El tecnofeudalismo describe la concentración del poder en grandes corporaciones tecnológicas que controlan las infraestructuras digitales y los flujos de información. Esto erosiona la ciudadanía digital y transforma a las personas en productoras de datos sin control sobre su valor.
Frente a ello, el trabajo comunitario puede impulsar espacios digitales comunes —repositorios abiertos, software libre, plataformas colaborativas— y alfabetización crítica, fortaleciendo la autonomía informacional como dimensión de la justicia social.
Colonialismo de datos y extractivismo cognitivo
El colonialismo de datos expone la extracción y comercialización de la información generada por las personas sin consentimiento ni reciprocidad. Este proceso consolida nuevas formas de desigualdad epistémica, donde lo medible sustituye a lo vivido.
El desafío ético consiste en revalorizar los conocimientos situados, promoviendo la gobernanza comunitaria de los datos y la lectura crítica de la información.
Homogeneidad tecnológica y pérdida de tecnodiversidad
La pérdida de tecnodiversidad implica la imposición de un modelo tecnológico universal que margina las formas locales de saber. El desarrollo comunitario debe reivindicar tecnologías situadas, apropiadas y co-creadas, diseñadas con y desde las comunidades.
Educar en la capacidad de imaginar herramientas colectivas es, en este sentido, un acto político y emancipador.
Humanización y ética tecnológica
Las advertencias de Heidegger y Ellul sobre la técnica moderna se actualizan en la era de la inteligencia artificial. La pregunta central es: ¿qué tipo de humanidad y de comunidad queremos sostener en el mundo digital?
El desafío consiste en situar la técnica al servicio de la vida, promoviendo tecnologías que fortalezcan la cooperación, el cuidado y la equidad, sin sustituir los vínculos humanos.
Pedagogía crítica y alfabetización digital emancipadora
Inspirada en Freire, la alfabetización digital debe entenderse como praxis liberadora, más allá de la mera competencia técnica. Implica leer críticamente los discursos tecnológicos, cuestionar sus intereses y usarlos para la transformación social.
En este marco, la educación y el desarrollo comunitario se entrelazan en una tarea común: fortalecer la agencia y la conciencia tecnológica crítica, permitiendo que las comunidades sean creadoras de conocimiento y no solo consumidoras de contenidos.
Síntesis y horizonte de acción
Los desafíos contemporáneos del desarrollo comunitario frente a la colonización tecnológica pueden resumirse en una doble tensión:
-
la necesidad de recuperar soberanía sobre las infraestructuras, los datos y las narrativas digitales;
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y la urgencia de imaginar futuros tecnológicos más inclusivos, plurales y humanos.
El desarrollo comunitario del siglo XXI se redefine como un campo tecnoético y decolonial, comprometido con la justicia cognitiva, la cooperación interdependiente y la dignidad en la era digital.
Su propósito no es adaptar las comunidades a la tecnología, sino reconstruir la tecnología desde las comunidades, situando la relacionalidad, el conocimiento compartido y la libertad como pilares de un nuevo horizonte emancipador.
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