03 septiembre 2025

Living Labs en la construcción de ciudades inteligentes: aprendizajes desde el libro a nordic smart sustainable city

Como parte del proyecto europeo ULALABS, en el que trabajamos conjuntamente la Universitat Autònoma de Barcelona, Linköping University, la University of Stavanger y la University of Twente para crear una red de laboratorios vivos centrados en los retos urbanos y climáticos, nos resulta especialmente relevante el aporte del libro A Nordic smart sustainable city: Lessons from theory and practice (Routledge, 2025). Editado por Barbara Maria Sageidet, Daniela Müller-Eie y Kristiane M. F. Lindland, este volumen colectivo reúne dieciséis capítulos que exploran cómo se materializan las ciudades inteligentes y sostenibles desde múltiples dimensiones: educación, democracia, movilidad, cultura, tecnología y participación.

En esta entrada leemos el libro desde la perspectiva de los Living Labs, ya que ofrece experiencias concretas en Stavanger que dialogan directamente con la lógica de nuestro proyecto: cómo traducir conceptos globales en prácticas locales, cómo generar espacios de co-creación con distintos actores y cómo convertir la ciudad en un escenario de aprendizaje compartido. 

Living Labs como espacios de experimentación social y tecnológica (capítulos 4 y 6)

En el capítulo 4 se explica que los Living Labs no deben reducirse a un campo de ensayo para nuevas aplicaciones digitales o infraestructuras inteligentes. Su valor reside en que son, al mismo tiempo, espacios sociales. Allí donde se prueban tecnologías también se prueban nuevas formas de convivencia, de gobernanza y de inclusión. El libro advierte que uno de los riesgos de estos procesos es que la participación ciudadana se convierta en un ritual limitado a grupos concretos, dejando fuera a quienes tienen menos voz o menos recursos para intervenir. Por eso, se insiste en que los Living Labs deben pensarse como escenarios de democratización, en los que el conocimiento técnico dialogue con el conocimiento comunitario.

El capítulo 6 retoma esta idea y propone que los Living Labs se conciban dentro de una agenda más amplia de investigación y planificación para ciudades inclusivas. No basta con abrir espacios de participación puntual; es necesario que estos laboratorios se integren en las estructuras de planificación urbana y que los resultados influyan en la toma de decisiones reales. Desde la pedagogía social, este planteamiento resulta central: un Living Lab no puede ser solo un simulacro educativo, sino un espacio donde la ciudadanía aprenda haciendo y, al mismo tiempo, tenga incidencia efectiva en las políticas urbanas.

De la teoría a la práctica: laboratorios urbanos en Stavanger (capítulos 10 y 13)

El capítulo 10 describe cómo Stavanger se ha convertido en una ciudad pionera en la implementación de proyectos de ciudad inteligente. En este contexto, los Living Labs han sido una herramienta clave para traducir los grandes conceptos —sostenibilidad, resiliencia, eficiencia— en prácticas concretas. Aquí se ve la importancia de los proyectos piloto: mediante ensayos a pequeña escala, se identifican tanto los beneficios como las limitaciones de las iniciativas. Este proceso no solo genera datos, sino que abre la posibilidad de aprender colectivamente a partir de la experiencia, de manera que la ciudadanía y las instituciones puedan ajustar expectativas y prácticas.

El capítulo 13 aporta un ejemplo muy ilustrativo: el fomento de la bicicleta como medio de transporte urbano. Este caso muestra cómo los Living Labs pueden funcionar como “prueba social”, donde se evalúan desde las infraestructuras necesarias hasta la disposición ciudadana para cambiar hábitos de movilidad. Se trata de un laboratorio vivo porque combina distintas capas: políticas públicas, incentivos, recolección de datos, cambios culturales y aprendizajes comunitarios. Así, se hace evidente que la ciudad inteligente no es un producto acabado, sino un proceso en constante negociación.

Laboratorios vivos como encuentro entre arte, cultura y tecnología (capítulo 15)

Un aspecto menos explorado en la literatura sobre ciudades inteligentes aparece en el capítulo 15: el cruce entre arte, cultura y Living Labs. Aquí se plantea que la ciudad no se construye únicamente con datos y sensores, sino también con símbolos, narrativas y expresiones culturales. Los Living Labs ofrecen un marco fértil para estas intersecciones, ya que pueden convertirse en escenarios de creación artística y cultural que dialogan con la sostenibilidad urbana. El libro muestra cómo proyectos de arte público, intervenciones creativas y expresiones colectivas pueden abrir nuevas formas de pensar y vivir la ciudad.

Desde una mirada pedagógica y social, este aporte es especialmente valioso. El arte en un Living Lab no solo embellece o sensibiliza, sino que invita a la ciudadanía a implicarse desde otros lenguajes y a reflexionar de manera crítica. Se convierte en un mediador que facilita conversaciones sobre el presente y el futuro urbano, que de otro modo quedarían encerradas en la lógica técnica o política. De esta manera, los laboratorios vivos se abren también como espacios culturales donde lo colectivo se expresa, se cuestiona y se reinventa.

Aprendizajes acumulados y desafíos de futuro (capítulo 16)

El capítulo 16 sintetiza las lecciones aprendidas tras varios años de experiencias con Living Labs en Stavanger. Una de las conclusiones más destacadas es que la colaboración interdisciplinar es indispensable: los proyectos no pueden ser liderados únicamente por ingenieras o planificadores urbanos, sino que requieren la implicación de educadores, científicos sociales, artistas, administraciones y ciudadanía. Esta diversidad no siempre es fácil de gestionar, pero constituye la riqueza del proceso.

El capítulo también señala que los Living Labs no deberían quedarse en intervenciones piloto aisladas. Si bien los proyectos a pequeña escala son necesarios para experimentar, los aprendizajes deben transferirse a políticas urbanas más amplias y a una planificación de largo plazo. Aquí aparece una tensión interesante: ¿cómo mantener la flexibilidad y el carácter experimental de un laboratorio vivo, al tiempo que se consolidan cambios estructurales en la ciudad? La respuesta no está cerrada, pero el libro insiste en que los Living Labs son tanto espacios de innovación como de aprendizaje colectivo, lo que implica reconocer que también generan fracasos, contradicciones y procesos inacabados que son parte de la pedagogía urbana.

El recorrido del libro por los Living Labs de Stavanger muestra que estamos ante algo más que una herramienta de innovación urbana. Son, sobre todo, espacios pedagógicos y comunitarios: lugares donde se aprende en común, donde se experimentan futuros posibles y donde se construyen nuevas formas de convivencia. Desde la pedagogía social, el gran aporte de estas experiencias es que colocan a la ciudadanía en el centro, reconociendo que la sostenibilidad urbana no se resuelve solo con tecnología, sino con procesos de educación, cultura y comunidad.

La pedagogía social en las ciudades inteligentes

El libro A Nordic Smart Sustainable City: Lessons from Theory and Practice (Sageidet, Müller-Eie & Lindland, 2025) ofrece una mirada amplia sobre cómo se construyen las ciudades inteligentes y sostenibles en el contexto nórdico. Más allá de la dimensión tecnológica o urbanística, varias contribuciones muestran que la pedagogía ocupa un lugar central en este proceso. No se trata únicamente de enseñar contenidos ambientales o digitales, sino de entender la educación como un motor que da forma a la vida urbana. A partir de su lectura, pueden identificarse tres grandes roles pedagógicos, formativo, mediador y participativo, a los que se suma un cuarto matiz desde la pedagogía social.

Editoras:

Barbara Maria Sageidet, Professor of Natural Sciences, Department of Early Childhood Education 

Daniela Müller-Eie, Professor of Urban Planning, Department of Safety, Economics and Planning 

Kristiane Marie Fjær Lindland, Associate Professor of Organization and Management, Department of Media and Social Sciences 

La dimensión formativa de las ciudades inteligentes

El libro sitúa la educación junto a otros componentes estructurales de la ciudad inteligente, como la democracia, la movilidad, los datos, la cultura o el clima. Esto implica que la formación no se concibe como un ámbito separado, sino como parte del entramado urbano que sostiene la sostenibilidad. Desde la infancia, como muestra el capítulo 14, se trabaja la calidad del aire para que niñas y niños reconozcan cómo el entorno influye en su vida diaria y puedan desarrollar competencias críticas relacionadas con la sostenibilidad.

En el nivel universitario, varios capítulos destacan el papel de la Universidad de Stavanger en proyectos de ciudad inteligente, especialmente a través de programas como Triangulum. Allí, la universidad no solo forma estudiantes, sino que los vincula en proyectos reales de planificación, uso de datos y diseño urbano. La pedagogía aparece aquí como puente entre teoría y práctica, asegurando que el conocimiento se proyecte en la vida de la ciudad y no quede restringido a las aulas.

Mediación para la complejidad

Un segundo rol pedagógico es el de mediación entre fenómenos urbanos complejos y la experiencia cotidiana. El capítulo 14 lo ilustra con claridad: aspectos como el movimiento del aire, la contaminación del tráfico o el papel de los sensores se trabajan en la educación infantil mediante estrategias lúdicas, visuales y experienciales. Esto no solo traduce información científica a un lenguaje comprensible, sino que permite una comprensión situada en el cuerpo y en la práctica diaria.

En el ámbito universitario y comunitario, los capítulos dedicados a living labs subrayan que la pedagogía es clave para hacer comprensible la interacción entre tecnología, datos y vida social. Los proyectos de co-creación requieren que actores diversos —instituciones, ciudadanía, estudiantes— puedan dialogar en torno a objetivos comunes. Sin esa mediación pedagógica, la ciudad inteligente corre el riesgo de volverse un discurso tecnocrático alejado de la ciudadanía.

Participación y co-creación

El libro también enfatiza la dimensión participativa. La ciudad inteligente no se construye únicamente desde arriba, sino mediante procesos colaborativos que implican a ciudadanía, infancia, instituciones y universidad. Aquí la pedagogía se asocia a metodologías de co-diseño y aprendizaje compartido, donde se aprende a vivir juntos en contextos urbanos complejos.

Un ejemplo es la experiencia de los niños y niñas de Stavanger compartiendo en casa lo aprendido sobre calidad del aire, ampliando así el impacto educativo hacia la familia y la comunidad. Los capítulos dedicados a gobernanza y living labs recuerdan que la participación ciudadana no surge de manera espontánea: necesita estructuras y dinámicas que hagan posible el diálogo. Diseñar esas condiciones de aprendizaje colectivo es, en sí, una tarea pedagógica.

Un cuarto matiz desde la pedagogía social

Desde la pedagogía social y la intervención comunitaria y cultural, este libro abre otra posibilidad: pensar la ciudad como un espacio educativo en sí mismo. Aunque no use explícitamente la categoría de pedagogía social en el sentido que se le da en España, varios capítulos muestran que la sostenibilidad y la ciudad inteligente no pueden entenderse únicamente desde la infraestructura o la tecnología. Se requiere también de prácticas socioeducativas que refuercen el tejido social, la participación cultural y la vida comunitaria.

El capítulo 14, centrado en la educación infantil, y los capítulos finales sobre living labs muestran que los aprendizajes suceden más allá del aula: en parques, calles, dinámicas de participación ciudadana o en el contacto con tecnologías urbanas. Esta ampliación del espacio educativo conecta con la pedagogía social cuando defiende que la educación no se restringe a lo escolar, sino que se despliega en la vida cotidiana y en procesos colectivos de intervención comunitaria.

De este modo, a los tres planos pedagógicos señalados en el libro (formativo, mediador y participativo) podemos añadir un cuarto: el comunitario-cultural. Esta dimensión recuerda que la construcción de una ciudad inteligente y sostenible requiere también de prácticas que refuercen vínculos sociales, valoren la memoria cultural y activen la acción colectiva. Desde la pedagogía social, este aporte es esencial: muestra que la sostenibilidad urbana no solo depende de políticas y tecnologías, sino también de cómo aprendemos a convivir, a dialogar y a construir comunidad en los espacios que habitamos.

Referencia

Sageidet, B. M., Müller-Eie, D., & Lindland, K. M. F. (Eds.). (2025). A Nordic smart sustainable city: Lessons from theory and practice. Routledge. https://doi.org/10.4324/9781003498650

Educar en sostenibilidad desde la infancia

¡Al fin tengo en mis manos el libro A Nordic smart sustainable city: Lessons from theory and practice (Routledge, 2025)!


Como ocurre a menudo en Noruega, la interdisciplinariedad se presenta con total naturalidad, y en este caso resulta una maravilla encontrar en un mismo volumen voces de la educación, el urbanismo y la sostenibilidad. as editoras del libro lo ejemplifican muy bien: Barbara Maria Sageidet, con experiencia en educación infantil y sostenibilidad; Doris Müller-Eie, arquitecta y planificadora urbana; y Kjersti M. F. Lindland, especialista en desarrollo sostenible y políticas urbanas. Esta combinación de perfiles aporta riqueza a la reflexión sobre las ciudades y cómo las habitamos.s.

Mi principal curiosidad al leer este libro era preguntarme: ¿por qué iniciar en la educación infantil procesos de aprendizaje sobre sostenibilidad urbana? Quería ver cómo se argumentaba esta cuestión y, en particular, qué aportes podía encontrar en el capítulo 14 (Developing children’s understanding of their complex urban environment – Kindergarten’s awareness of air quality in Stavanger, de Sageidet, Kesarovski y Zhivkov, 2025). A continuación comparto mi reflexión personal a partir de este capítulo.

Un primer argumento que encuentro es que la sostenibilidad no es ajena a la infancia. La contaminación, el tráfico o la disponibilidad de parques forman parte de su vida diaria y afectan directamente a su bienestar. La diferencia entre jugar en un espacio verde o caminar por una calle con tráfico intenso ya es un aprendizaje en sí mismo. Estas vivencias, cuando se ponen en diálogo en la educación infantil, abren procesos de conciencia crítica que parten de la experiencia corporal y emocional.


El texto también propone la indagación lúdica y visual como mediadora. Juegos, imágenes contrastadas y paseos por el barrio ayudan a que niñas y niños exploren preguntas nacidas de su propio contacto con el entorno. A partir de los cinco años, son capaces de relacionar lo que sienten al respirar en un parque con lo que ocurre en una calle con tráfico, y de preguntar por qué hay diferencias. El juego hace comprensible la complejidad urbana y fortalece la conexión con la comunidad.

Otra contribución es la idea de reconocer a la infancia como ciudadanía presente. Lo aprendido en el jardín de infancia puede compartirse en casa y motivar cambios cotidianos, como elegir rutas más saludables o valorar medios de transporte no motorizados. Lo importante no es la acción en sí, sino el reconocimiento de la infancia como agente que participa en la construcción colectiva de la ciudad sostenible.

La dimensión tecnológica se aborda a través del uso de sensores de calidad del aire, pero no como un fin en sí mismo. Lo relevante es que la tecnología resulte comprensible y cercana a niñas y niños, mostrando cómo se relaciona con la vida urbana y cómo ofrece información útil para comprender el entorno. Esta conexión ayuda a percibir la ciudad como un espacio de interdependencias entre personas, sistemas técnicos y medioambiente.

Finalmente, el capítulo recuerda que la sostenibilidad forma parte del currículo noruego de educación infantil, en diálogo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. No es un añadido, sino un eje transversal que orienta la práctica educativa hacia la responsabilidad colectiva. Desde la pedagogía social, esto invita a pensar cómo los marcos curriculares pueden abrir oportunidades para trabajar la sostenibilidad como experiencia vivida y compartida, en lugar de fragmentarla en contenidos aislados.

Leído desde esta perspectiva, el valor del capítulo está en que no concibe la educación ambiental como un saber especializado, sino como parte de la vida comunitaria. La sostenibilidad urbana se convierte en un campo de aprendizaje que cruza juego, cuerpo, ciudadanía y territorio. Reconocer que niñas y niños ya son habitantes de la ciudad —que respiran, juegan, preguntan y participan— permite imaginar prácticas educativas que los sitúan como agentes activos de ciudades más inclusivas y habitables.

Referencia

Sageidet, B. M., Kesarovski, T. M., & Zhivkov, P. (2025). Developing children’s understanding of their complex urban environment – Kindergarten’s awareness of air quality in Stavanger. En B. M. Sageidet, D. Müller-Eie, & K. M. F. Lindland (Eds.), A Nordic smart sustainable city: Lessons from theory and practice (pp. 263–281). Routledge. https://doi.org/10.4324/9781003498650 

Tecnología, infancia y narrativas colectivas: aprendizajes desde el trabajo de Marianne Undheim

En mi última estancia en la Universidad de Stavanger me recomendaron el trabajo de la investigadora Marianne Undheim, profesora asociada en educación infantil y tecnología digital. Su trayectoria se centra en explorar cómo niñas y niños pequeños, en colaboración con docentes, crean historias digitales multimodales. Su tesis doctoral (2020) y diversos artículos, entre ellos An animated story created by a group of young children (Undheim & Hoel, 2021), me han resultado de especial interés porque conectan con inquietudes que comparto sobre metodologías participativas, lúdicas y comunitarias en educación.


Undheim parte de una premisa clara: no basta con reducir las tecnologías digitales al entretenimiento o al consumo. En su investigación doctoral, realizada en jardines de infancia noruegos, acompañó a grupos de niñas y niños de 4 a 5 años en la creación de un e-book y una película animada. Allí observó cómo la cocreación fortalece la experiencia, pues no se trata solo del proceso, sino también de los productos finales, que resultan significativos para quienes participan (Undheim, 2020). Ella misma lo resume con la frase: “the process itself is not enough—the product also matters—especially for the children” (Undheim, 2020, p. iv).

Desde mi lectura, este planteamiento abre un valor adicional: cuando niñas y niños participan en experiencias de cocreación multimodal desde la primera infancia, comprenden que las tecnologías no son algo fijo, sino que pueden transformarlas y usarlas de acuerdo con sus propios intereses. Esta relación temprana con lo digital evita una mirada pasiva y favorece una apropiación activa y crítica.

Valoro especialmente que este aprendizaje no se dé de manera forzada, sino a través de la narrativa y del imaginario infantil, que son formas propias y cercanas de comunicación. El cuento se convierte así en una experiencia autónoma y cercana, que conecta lo digital con modos cotidianos de expresión. En este punto encuentro la mayor fuerza de la propuesta: la tecnología se vincula a la imaginación y se resignifica como un medio para crear algo propio.

En el artículo sobre la animación digital, Undheim y Hoel (2021) muestran cómo los distintos modos —visual, verbal, sonoro y kineikónico— se entrelazan en el relato que niñas y niños construyeron junto a su maestra. Estos hallazgos refuerzan otra de sus aportaciones: la multimodalidad amplía las formas de participación y legitima la diversidad de lenguajes en la infancia. Para mí, esta diversidad es también un recordatorio de que la metodología puede y debe adaptarse a las necesidades y deseos de quienes participan, lo que resulta esencial para pensar en formas de aprendizaje más flexibles.

Otro aporte interesante de la tesis son las estrategias pedagógicas que Undheim identifica: invitar al diálogo, explicar lo práctico e instruir con propósito (Undheim & Jernes, 2020). Son prácticas sencillas en apariencia, pero que abren espacio al juego, la curiosidad y la cocreación. Aquí encuentro un paralelismo con enfoques pedagógicos que priorizan la autonomía y la flexibilidad, evitando imponer roles rígidos.

Finalmente, Undheim sitúa sus hallazgos en un contexto social en el que la infancia crece rodeada de pantallas y dispositivos. Su propuesta es no quedarse en el debate sobre el “tiempo de pantalla”, sino abrir oportunidades de creación significativa (Undheim, 2020). Desde mi lectura, este énfasis me recuerda que niñas y niños son ciudadanía presente, con derecho a participar en la construcción de lo común también a través de relatos multimodales.

El proyecto SPrELL (Samtalebaserte lesepraksiser i barnehage og hjem for erfaringer med litteratur og læring av språk) se centra en fortalecer las prácticas de lectura dialógica tanto en jardines de infancia como en hogares multilingües. El eje del proyecto fue la creación de una biblioteca digital de siete libros ilustrados, disponible gratuitamente y en varios idiomas (noruego, árabe, polaco y lituano).

El proceso implicó la colaboración entre investigadoras e investigadores, docentes de jardín de infancia y familias, con el objetivo de ofrecer a las niñas y niños una experiencia de lectura digital que combina texto, ilustraciones y narración sonora. El material está diseñado para que pueda leerse en distintos idiomas, fomentando así tanto la lengua materna como el aprendizaje del noruego.


Los resultados muestran que el uso de la plataforma favorece la participación activa de las familias en la lectura compartida, apoya el aprendizaje de nuevas lenguas y, al mismo tiempo, refuerza la identidad lingüística y cultural de cada niño o niña. Además, la dimensión digital permitió acceso más amplio y flexible a los materiales, lo que hizo posible su uso tanto en contextos educativos como en el hogar.

Referencias

Undheim, M. (2020). The process is not enough: Children and teachers creating multimodal digital stories in kindergarten (PhD thesis, University of Stavanger). University of Stavanger. https://hdl.handle.net/11250/2684884

Undheim, M., & Hoel, T. (2021). An animated story created by a group of young children. Journal of Early Childhood Literacy, 21(4), 701–721. https://doi.org/10.1177/1468798420988756 

Undheim, M., & Jernes, M. (2020). Teachers’ pedagogical strategies when creating digital stories with young children. European Early Childhood Education Research Journal, 28(2), 256–271. https://doi.org/10.1080/1350293X.2020.1735743

Web de interés

Digitalkreativitet. (s. f.). Digitalt barnebokbibliotek. Recuperado de https://www.digitalkreativitet.no/digitalt-barnebokbibliotek/